
¿SABIAS TODO ESTO DE NUESTRA ROMERÍA?
La imagen de Nuestra Virgen de Flores, venerada desde antiguo en su rústico santuario, siempre celebró su fiesta en el agreste paisaje en el que este se halla enclavado.
Cuentan las Actas Capitulares de Encinasola, fechadas el 26 de Julio de 1783, cómo ocurrió que en 1642 una partida de bandidos portugueses entró en la villa y robó muchos bienes a los vecinos; después de este suceso, se reunieron para perseguirlos en su huída, recuperar lo suyo y lo lograron al otro lado del rio Múrtiga, pero los portugueses volvieron sobre ellos tras pasar de nuevo el rio, en gran número, y se vieron en grave peligro de morir. Invocaron el auxilio de la Virgen de Flores, que se veneraba en lugar cercano y descargó una súbita tormenta que hizo subir de pronto el caudal del rio, en tal manera, que los portugueses no pudieron cruzarlo y los vecinos del pueblo se salvaron.
En este acto vieron el favor de la Virgen de Flores y la tomaron desde entonces por protectora, aclamándola como patrona. Así es que, desde esa fecha, se considera a Ntra. Sra. de Flores patrona de la Villa de Encinasola.
Dicho patronazgo, según documento que obra en los archivos municipales de Encinasola, fue posteriormente confirmado en un escrito emitido pos D. Antonio Moreno, presbítero Prior de las ermitas del arzobispado de Sevilla, Dignidad y Canónigo de la Catedral Hispalense, que por mandato del arzobispo, nombra al cabildo marocho por único patrono del altar y ermita de la Virgen de Flores, dada la enorme devoción que toda la villa le profesa. Ello sucede en respuesta a una solicitud hecha el día 20 de Abril de 1720.
Las festividades de la Virgen, desde siempre, se celebraron en el Santuario el segundo lunes de Pascua de Resurrección, con una peregrinación de romeros que acudían a los pies de la Señora para celebrar misa en su Altar, seguida de una Procesión Litúrgica de tercia, que rodeaba el recinto y a cuyo término se impartía una solemne bendición.. La vuelta en procesión al santuario, común en otros lugares también, tenía un sentido de purificación del santo lugar y de los campos adyacentes, y en ella participaba todo el pueblo.
Tras la procesión y bendición, se servía un almuerzo a los pobres y mendigos que acudían a la fiesta, con un sentido de la caridad muy de cristianos.
Al atardecer, tras el canto de vísperas, se retornaba al pueblo.
El camino se hacía a pié o en caballerías, según la riqueza de cada romero.
Los más acaudalados adornaban sus corceles con vistosas mantas bordadas y alforjas riquísimas, llamadas galanas, (obras de la artesanía local), de las que aún hoy es posible ver alguna.
La imagen de la Virgen permanecía siempre en su santuario y allí era visitada todo el año por quienes querían verla, muchos en penitencia o cumpliendo promesas. Sólo era trasladada a la población con motivo de alguna necesidad que aconsejara especialmente su intercesión: el hambre, la sequía, las epidemias o guerras. En tales ocasiones el pueblo entero iba por Ella y la recibían en la villa los dos cabildos, con todos los honores.
En la parroquia se la honraba con un septenario penitencial y se sacaba en procesión de rogativas, acompañada del pueblo, cabildos, regimiento, justicia y cofradías de la villa.
El traslado al pueblo se hacía entonces por el viejo camino de caballerías (si estaba practicable), y si no, por el de Portugal, atravesando los peregrinos el rio Múrtiga, con la sagrada imagen sobre sus hombros.
Desde antiguo se sabe de la existencia de la cofradía constituida en su honor, pero los archivos de la misma están muy mermados y no recogen la fecha de fundación, ni otros datos de su antigüedad. Los cofrades de la Virgen siempre fueron personas “ricas”, y dada la cerrazón del cuerpo de gobierno de la Hermandad, donde los cargos se heredaban de padres a hijos (hasta fecha reciente), según figura en el libro de cuentas de la cofradía, que principia en 1859, se podría conjeturar que fuese corporación de nobles e hidalgos, según otros ejemplos conocidos, o que se exigiera para pertenecer a ella la “LIMPIEZA DE SANGRE”. Hoy día, ABOLIDAS SEMEJANTES COSTUMBRES, la Hermandad de Ntra. Sra. De Flores, es la responsable del cuidado de la imagen y su santuario, así como de la organización de sus cultos.
A partir de mediados del siglo xx, se empezó a trasladar a la Virgen al pueblo periódicamente, haciéndolo cada lustro con toda pompa y solemnidad. A finales de los años sesenta se trasladaba ya cada tres años y a partir de 1971 se hace anualmente el domingo de Resurrección, a hombros desde su ermita. Una vez instalada en la Parroquia de S. Andrés, se le dedica el tradicional septenario y el segundo domingo de Pascua se celebra en su honor (por la mañana), solemne misa mayor, siendo la procesión por la tarde.
El lunes siguiente, a este domingo aludido, siguiendo las fechas que manda la tradición, se celebra la festividad litúrgica de la Virgen de Flores, que es acompañada multitudinariamente por todos los marochos, residentes o no en Encinasola, hasta su santuario, en pintoresca romería, en la que participan peregrinos que hacen el camino a pié tras la Virgen, en carros o remolques, jinetes en cualquier clase de équidos, e incluso en automóviles (fuera de la caravana romera). A la llegada de la Señora a su santuario, la reciben muchas personas que se adelantan a Ella, y entre el fervor general de los marochos, que pugnan por hacerse con las andas, es introducida en el templo. Allí se celebra la santa misa de romeros, a cuyo término la sagrada imagen vuelve a ser sacada, entre aclamaciones, vivas y el canto de su himno, a hombros de los hijos de Encinasola, para rodear el recinto en una desordenada pero enfervorizada procesión que dura poco tiempo. Al retornar a la ermita, se imparte la solemne bendición, y los romeros se disgregan por los campos para disfrutar de la comida, del vino, de los cantes y de los bailes. Entre éstos destacan los antiquísimos fandangos de Encinasola, cuyas letras aluden también a la Virgen, y las sevillanas.
Al caer la tarde, se entona la salve de despedida a la Virgen emocionadamente, entre nuevas aclamaciones y vivas. Tras los preparativos del retorno, se vuelve a Encinasola. Siempre se llegaba con las primeras sombras de la noche, pero actualmente esto se ha prolongado. Llegados al pueblo, durante unas horas sigue la fiesta, mientras los romeros se despiden hasta un nuevo año.
La devoción Ntra. Sra. de Flores, tan en la raíz del sentimiento mariano de Encinasola, fue llevada por los marochos a otros lugares. Así, en Palos de la Frontera, existía en 1488 una ermita bajo esa advocación, según figura en un testamento fechado en el día 28 de Junio de ese año y cuyos restos se ven aún en la avenida de entrada a dicha población, marcadas por una inscripción sobre un muro. Cuenta la tradición que Colón, a la vuelta de su primer viaje, oró en dicho templo para dar gracias a la Virgen de Flores por su auxilio en el mar. ¿Quizás conocía el almirante esta advocación a través de la reina Isabel, que como veremos, veneró la imagen de Encinasola?.
Por otra parte, en Bodonal de la Sierra, pueblecito extremeño cercano a Encinasola, la Virgen de Flores, no sólo fue aceptada entre sus devociones, sino que fue proclamada patrona del lugar, y lo es con todo fervor hasta el presente.
También en Sanlúcar de Guadiana, la Virgen de Flores, plasmada en una pintura, fue titular de su parroquia y aún lo es, afirmando algunos vecinos del pueblo que se la veneraba antiguamente como patrona, antes que a la Virgen de la Rábida. Preside el altar mayor una fotografía de la patrona de Encinasola.
Curiosa resulta la vinculación de la Virgen de Flores con Alora.
Atestiguan los documentos, que los Reyes Católicos pasaron por Encinasola, reclutando tropas para la conquista del reino de Granada, y que la reina Isabel veneró en su santuario a la Virgen de Flores. La conquista de la ciudad de Alora y su repoblación tocó en suerte a los marochos, y la reina les donó una imagen sevillana para que la entronizaran en la iglesia que había de construirse en el lugar de la celebración de la primera misa tras conquistar la ciudad.
Los repobladores marochos la advocaron Ntra. Sra. de Flores y la proclamaron patrona del lugar, manteniendo hasta la actualidad una enorme devoción y un fervor espléndido. Por ello las relaciones de Encinasola con Alora son muy fuertes, y las dos poblaciones se han dedicado calles y se visitan con frecuencia, habiéndose creado entre ambos pueblos una gran hermandad.
ASÍ ME LO CONTARON Y ASÍ LO HE VIVIDO.
Siempre en nuestro corazón Virgen de Flores: Alicia García Gómez.
La imagen de Nuestra Virgen de Flores, venerada desde antiguo en su rústico santuario, siempre celebró su fiesta en el agreste paisaje en el que este se halla enclavado.
Cuentan las Actas Capitulares de Encinasola, fechadas el 26 de Julio de 1783, cómo ocurrió que en 1642 una partida de bandidos portugueses entró en la villa y robó muchos bienes a los vecinos; después de este suceso, se reunieron para perseguirlos en su huída, recuperar lo suyo y lo lograron al otro lado del rio Múrtiga, pero los portugueses volvieron sobre ellos tras pasar de nuevo el rio, en gran número, y se vieron en grave peligro de morir. Invocaron el auxilio de la Virgen de Flores, que se veneraba en lugar cercano y descargó una súbita tormenta que hizo subir de pronto el caudal del rio, en tal manera, que los portugueses no pudieron cruzarlo y los vecinos del pueblo se salvaron.
En este acto vieron el favor de la Virgen de Flores y la tomaron desde entonces por protectora, aclamándola como patrona. Así es que, desde esa fecha, se considera a Ntra. Sra. de Flores patrona de la Villa de Encinasola.
Dicho patronazgo, según documento que obra en los archivos municipales de Encinasola, fue posteriormente confirmado en un escrito emitido pos D. Antonio Moreno, presbítero Prior de las ermitas del arzobispado de Sevilla, Dignidad y Canónigo de la Catedral Hispalense, que por mandato del arzobispo, nombra al cabildo marocho por único patrono del altar y ermita de la Virgen de Flores, dada la enorme devoción que toda la villa le profesa. Ello sucede en respuesta a una solicitud hecha el día 20 de Abril de 1720.
Las festividades de la Virgen, desde siempre, se celebraron en el Santuario el segundo lunes de Pascua de Resurrección, con una peregrinación de romeros que acudían a los pies de la Señora para celebrar misa en su Altar, seguida de una Procesión Litúrgica de tercia, que rodeaba el recinto y a cuyo término se impartía una solemne bendición.. La vuelta en procesión al santuario, común en otros lugares también, tenía un sentido de purificación del santo lugar y de los campos adyacentes, y en ella participaba todo el pueblo.
Tras la procesión y bendición, se servía un almuerzo a los pobres y mendigos que acudían a la fiesta, con un sentido de la caridad muy de cristianos.
Al atardecer, tras el canto de vísperas, se retornaba al pueblo.
El camino se hacía a pié o en caballerías, según la riqueza de cada romero.
Los más acaudalados adornaban sus corceles con vistosas mantas bordadas y alforjas riquísimas, llamadas galanas, (obras de la artesanía local), de las que aún hoy es posible ver alguna.
La imagen de la Virgen permanecía siempre en su santuario y allí era visitada todo el año por quienes querían verla, muchos en penitencia o cumpliendo promesas. Sólo era trasladada a la población con motivo de alguna necesidad que aconsejara especialmente su intercesión: el hambre, la sequía, las epidemias o guerras. En tales ocasiones el pueblo entero iba por Ella y la recibían en la villa los dos cabildos, con todos los honores.
En la parroquia se la honraba con un septenario penitencial y se sacaba en procesión de rogativas, acompañada del pueblo, cabildos, regimiento, justicia y cofradías de la villa.
El traslado al pueblo se hacía entonces por el viejo camino de caballerías (si estaba practicable), y si no, por el de Portugal, atravesando los peregrinos el rio Múrtiga, con la sagrada imagen sobre sus hombros.
Desde antiguo se sabe de la existencia de la cofradía constituida en su honor, pero los archivos de la misma están muy mermados y no recogen la fecha de fundación, ni otros datos de su antigüedad. Los cofrades de la Virgen siempre fueron personas “ricas”, y dada la cerrazón del cuerpo de gobierno de la Hermandad, donde los cargos se heredaban de padres a hijos (hasta fecha reciente), según figura en el libro de cuentas de la cofradía, que principia en 1859, se podría conjeturar que fuese corporación de nobles e hidalgos, según otros ejemplos conocidos, o que se exigiera para pertenecer a ella la “LIMPIEZA DE SANGRE”. Hoy día, ABOLIDAS SEMEJANTES COSTUMBRES, la Hermandad de Ntra. Sra. De Flores, es la responsable del cuidado de la imagen y su santuario, así como de la organización de sus cultos.
A partir de mediados del siglo xx, se empezó a trasladar a la Virgen al pueblo periódicamente, haciéndolo cada lustro con toda pompa y solemnidad. A finales de los años sesenta se trasladaba ya cada tres años y a partir de 1971 se hace anualmente el domingo de Resurrección, a hombros desde su ermita. Una vez instalada en la Parroquia de S. Andrés, se le dedica el tradicional septenario y el segundo domingo de Pascua se celebra en su honor (por la mañana), solemne misa mayor, siendo la procesión por la tarde.
El lunes siguiente, a este domingo aludido, siguiendo las fechas que manda la tradición, se celebra la festividad litúrgica de la Virgen de Flores, que es acompañada multitudinariamente por todos los marochos, residentes o no en Encinasola, hasta su santuario, en pintoresca romería, en la que participan peregrinos que hacen el camino a pié tras la Virgen, en carros o remolques, jinetes en cualquier clase de équidos, e incluso en automóviles (fuera de la caravana romera). A la llegada de la Señora a su santuario, la reciben muchas personas que se adelantan a Ella, y entre el fervor general de los marochos, que pugnan por hacerse con las andas, es introducida en el templo. Allí se celebra la santa misa de romeros, a cuyo término la sagrada imagen vuelve a ser sacada, entre aclamaciones, vivas y el canto de su himno, a hombros de los hijos de Encinasola, para rodear el recinto en una desordenada pero enfervorizada procesión que dura poco tiempo. Al retornar a la ermita, se imparte la solemne bendición, y los romeros se disgregan por los campos para disfrutar de la comida, del vino, de los cantes y de los bailes. Entre éstos destacan los antiquísimos fandangos de Encinasola, cuyas letras aluden también a la Virgen, y las sevillanas.
Al caer la tarde, se entona la salve de despedida a la Virgen emocionadamente, entre nuevas aclamaciones y vivas. Tras los preparativos del retorno, se vuelve a Encinasola. Siempre se llegaba con las primeras sombras de la noche, pero actualmente esto se ha prolongado. Llegados al pueblo, durante unas horas sigue la fiesta, mientras los romeros se despiden hasta un nuevo año.
La devoción Ntra. Sra. de Flores, tan en la raíz del sentimiento mariano de Encinasola, fue llevada por los marochos a otros lugares. Así, en Palos de la Frontera, existía en 1488 una ermita bajo esa advocación, según figura en un testamento fechado en el día 28 de Junio de ese año y cuyos restos se ven aún en la avenida de entrada a dicha población, marcadas por una inscripción sobre un muro. Cuenta la tradición que Colón, a la vuelta de su primer viaje, oró en dicho templo para dar gracias a la Virgen de Flores por su auxilio en el mar. ¿Quizás conocía el almirante esta advocación a través de la reina Isabel, que como veremos, veneró la imagen de Encinasola?.
Por otra parte, en Bodonal de la Sierra, pueblecito extremeño cercano a Encinasola, la Virgen de Flores, no sólo fue aceptada entre sus devociones, sino que fue proclamada patrona del lugar, y lo es con todo fervor hasta el presente.
También en Sanlúcar de Guadiana, la Virgen de Flores, plasmada en una pintura, fue titular de su parroquia y aún lo es, afirmando algunos vecinos del pueblo que se la veneraba antiguamente como patrona, antes que a la Virgen de la Rábida. Preside el altar mayor una fotografía de la patrona de Encinasola.
Curiosa resulta la vinculación de la Virgen de Flores con Alora.
Atestiguan los documentos, que los Reyes Católicos pasaron por Encinasola, reclutando tropas para la conquista del reino de Granada, y que la reina Isabel veneró en su santuario a la Virgen de Flores. La conquista de la ciudad de Alora y su repoblación tocó en suerte a los marochos, y la reina les donó una imagen sevillana para que la entronizaran en la iglesia que había de construirse en el lugar de la celebración de la primera misa tras conquistar la ciudad.
Los repobladores marochos la advocaron Ntra. Sra. de Flores y la proclamaron patrona del lugar, manteniendo hasta la actualidad una enorme devoción y un fervor espléndido. Por ello las relaciones de Encinasola con Alora son muy fuertes, y las dos poblaciones se han dedicado calles y se visitan con frecuencia, habiéndose creado entre ambos pueblos una gran hermandad.
ASÍ ME LO CONTARON Y ASÍ LO HE VIVIDO.
Siempre en nuestro corazón Virgen de Flores: Alicia García Gómez.